Aventura Quimérica

*El siguiente cuento es un trabajo de ficción. Los personajes, organizaciones, marcas, y eventos retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este material no refleja las opiniones del autor. Puede representar temas y lenguaje altamente inapropiado para demográficos sensibles y no deberia ser leído por menores.

Frederik Madden tiene un buen falo—con venas prominentes en el cuerpo, sin capucha en la punta. Si por él fuera, mecería la pelvis contra cualquier objeto en movimiento—incluso si pareciera una escoba con falda, no le importaría—como es fruto de dos padres sobreprotectores, sus pensamientos lo distancian de la gente que considera "normal". Afortunadamente, sus padres se han ablandado con el tiempo, y ahora que está a punto de cumplir dieciocho años lo dejaron solo en casa mientras pasan un fin de semana en Punta Cana. Ahora es un adolescente que siente un nudo de amor obstruyéndole la tráquea al pensar en tetas, y sin padres que le bloqueen la verga. Sin embargo, se limita a su atractiva novia, Quimera, a quien invitó a su casa, pero su respuesta lo demolió, pues ella es más mojigata que una monja; incluso le prohíbe a Frederik visitar sitios pornográficos en internet—todavía lo hace, es lo que los hombres han soñado desde la Edad de Piedra.

"¡He creado el fuego! ¡Sigue Pornhub!”

Habían tenido relaciones sexuales, pero nunca en situaciones arriesgadas. Frederik y Chimera tienen poco en común, pero han logrado mantener su relación a flote, juzgando a los demás en sus conversaciones a menudo—criticar a otros es un tema frecuente para personas superficiales como ellos.

"Nunca cometería adulterio," Le dijo Frederik a las paredes de su casa vacía. "Ciertamente soy mejor que eso. Nunca me degradaría a mí mismo ni a Chimera a un rasgo tan animalesco..." Reflexionó. "Sin embargo, si fuera infiel..." Frederik imaginó a una compañera del bachillerato. "Tendría que ser con Amy, del Bachillerato Pensamiento Positivo... ¡Sus pechos pequeños, su cintura fina, su pelo corto! Sus brazos esbeltos, cómo los movía al bailar, sus piernas delgadas pero bronceadas, y su rostro el cual me dejaba sin aliento..." Frederik suspiró como un perro sonriente con correa soñando con un buen paseo por el parque. “Para cometer adulterio necesitaría una proposición de Amy, con un escote profundo, asegurándome que toma la píldora, teniendo ya un lugar y una hora asignados… Solo entonces, engañaría a mi preciosa Quimera…” El bolsillo de Frederik pitó. ¿Sería esto? Se preguntó. Lo imposible sucedió. Momentos como estos hacen que Frederik piense que la vida está escrita en una pared en algún lugar. ¿Cómo pudo Amy enviarle un mensaje justo cuando él fantaseaba con ella? ¡Si no se han visto las caras en años! “¡Hola, Frederik!” Sus labios leyeron en su teléfono. “Te extraño, sexy (emoji de durazno). Estoy sola en casa ahora mismo, ¿quieres venirte?” Su corazón se aceleró. Amy y Frederik habían coqueteado en clases, pero nunca habían tenido un encuentro carnal. Frederik pensó: “O está drogada, o se volvió loca, o esto es una broma, o alguien la hackeó, o simplemente está tan sola como yo…” Decidió creer que era esto último, y solo logró responder "Se" con dedos temblorosos. Ella le envió su dirección. Dos de sus cuatro requisitos se cumplían. Primero, que Amy le propusiera coger, y segundo, ella portaba un escote pronunciado en su foto de perfil, lo cual le bastaba a Frederik.

Frederik rugió el motor del coche de sus padres y se deslizó entre el tráfico como un esperma desesperado, pero tropezó con una puerta en lugar de un terraplén de látex. Amy respondió la puerta.

"Estoy fuera," Dijo Frederik, mientras la palpitante erección dentro de sus pálidos pantalones se emancipaba. Amy lo jaló de la camisa de franela. El adolescente excitado recordaba a Amy con más generosidad, la preparatoria había sido hacía solo un año, pero parecía que la chica había engordado más de cuarenta kilos en los últimos doce meses. No era la sexy, bailarina Amy. Se había convertido en Amy la Gorda. Quizás no ayudó que Amy la Gorda abriera la puerta usando lencería ajustada de cuero morado, que le cortaba la circulación en el cuello, los muslos, la vulva y los pechos—un triángulo en cada seno—los cuales eran casi de color azul. La expresión espeluznante del rostro de Frederik tenía poco que ver con que Amy la Gorda pareciera una fan promedio de My Chemical Romance, sino con los largos y protuberantes pelos que brotaban de sus areolas rosadas.

Ella le había preparado la mesa de comida, la obesa esclava sexual trajo un vaso de leche y rodajas de piña fresca de la cocineta. Lo observó comer, antes de bajar una mano por debajo de la mesa, el suave sonido de una viscosa gelatina siendo aplastada comenzó. Frederik se dio cuenta de que su coño rebosaba de líquido. ¡Madre mía! El pensó mientras tragaba saliva. Si algo le enseñaron sus padres, fue a hacer el amor con mujeres obesas por caridad.

Con su flácido gusano al descubierto, Amy se arrodilló y lo devoró con avidez, llenándolo de saliva tibia. Habían pasado veinte minutos y ella aún disfrutaba de su paleta blanda. Cansado de fingir, Frederik tomó las riendas y le ordenó a su gorda esclava sexual que se pusiera a cuatro patas, quien sonrió tímida y obedientemente. Su ano rosado excitó un poco a Frederik. ¿Se levantaría su pene y pondría patas arriba esta incómoda situación? No sucedió, pero los azotes de culo hicieron que la libido de Amy se disparara por el techo. "¡Cogeme! ¡Cabrón! ¡Chúpame las tetas!" Ella urgió. Frederik imaginó que chuparle las tetas le ayudaría a su palo para ponerse erecto. Cuando un pelo rizado de pezón se le pegó en los brackets, el ansiaba vomitar. Sus pechos morbidamente regordetes lo privaban de oxígeno. Jadeaba en busca de aire, pero Amy le empujó la cabeza hacia abajo, el se resistió, su cuerpo se puso rígido mientras su rostro fingía pasárselo en grande con sus tetas de sandía. Amy la Gorda lo empujó hacia abajo. Había estado en lugares más limpios que este—incluidos los baños de las gasolineras. Una lágrima se le escapó. Pensó en medidas desesperadas para acabar con esta tortura, estaba a punto de fingir una convulsión cuando su vista se oscureció por completo. "¡Me estoy quedando ciego! ¡Lo juro!" Estaba alarmado, pero más feliz de que esto terminara. Amy la Gorda lo levantó, el se dio cuenta de que la negrura provenía del vello púbico sin recortar de Amy—el cual olía a la grasa de un grano pellizcado. "¿Estás listo, cabrón?" Frederik asintió y le practicó el peor sexo oral de su vida. “Ahora ve al clítoris” Ella exigió.

“¡Creí que estaba en el clítoris! ¡No veo nada aquí!” Frederik la avergonzó.

“El vello púbico es saludable, previene infecciones.”

“¡Pero me estoy comiendo las infecciones!”

“¡Fóllame! Por favor, fóllame,” Ordenó Amy. Él separó los labios de su asquerosa raja e intentó envolver su resbaladiza verga en látex, lo peor fue que lo logró. “¿Qué esperas, imbécil? ¡Fóllame! ¡Fóllame fuerte!” Dijo la chica obesa, estirando el cuello, posando de perrito.

Frederik acercó su pene—tan duro como un flan—a su húmeda cavidad vaginal. Intentar introducirlo fue como posar gelatina. Pensó que al menos dos minutos dentro de ella serían suficientes para anunciar su partida. Se resistía, el sudor le cegaba los ojos y su desesperación creció desmesurada. Frederik es conocido por su creatividad—una idea genial aterrizó en su mente atormentada. Introdujo la mitad de su escroto en la vagina de Amy la Gorda, la lógica era que sus testículos estaban mucho más firmes que su pito. Los ojos de la chica se pusieron blancos al tener un orgasmo sobre un testículo de Frederik. Su trabajo estaba hecho. "Eso fue increíble" El dijo, tambaleándose hacia una esquina para recoger sus pantalones blancos.

"Espera. Quiero que eyacules" Anunció Amy la Gorda.

"Sabes, soy drogadicto..."

"Oh, te vas a correr... En toda mi maldita boca..." Amy la Gorda tiró su delgadito cuerpo con violencia hacia la cama. "¡Ponte a cuatro patas!"

Era increíble, le estaba lamiendo alrededor del ano mientras le acariciaba el pene hasta que revivió. Amy la Gorda realizó una maniobra de gran habilidad: Sus piernas estaban entrelazadas con las de él, su boca estaba sobre su polla, sus codos alrededor de su cuello y su dedo en el recto de Frederik. Ella chupó con fuerza su serpiente, tragando todo su viscoso líquido. Su pene se sentía más duro que una piedra, sus venas palpitaban como los brazos de Dwayne Johnson, incluso dolía eyacular. Cuatro arcos de esperma blanco se dispararon a la úvula de Amy la Gorda. Ella tragó con alegría.

"¡Guau... Amy...! Me he quedado sin palabras," Confesó Frederik al recuperar la consciencia.

"Lo sé... ¿Nos vemos la semana que viene?"

"Por supuesto que si."

Frederik había aprendido algo sobre la vida. Sí, se sentía culpable de regreso a casa, por haber engañado a su hermosa Quimera. Y no pudo evitar compararlas. A pesar de la ternura y el atractivo sexual de Quimera, ella tiende a desparramarse en la cama—como una estrella de mar—mientras espera a que Frederik haga toda la acción. Mientras que Amy la Gorda hizo todo lo posible para darle vida a su miserable gusano. Frederik admiraba sus incansables esfuerzos. También se sentía orgulloso de sí mismo, acababa de eyacular en la boca de su amor platónico. Puede que no sea la misma colegiala sexy, pero es la misma persona—solo que cuarenta kilos más pesada. Amy la Gorda hizo exactamente lo que Frederik siempre había querido de Quimera. ¡Qué ironía! ¿Será que las mujeres atractivas tienden a relajarse mientras el hombre hace todo el trabajo por ellas? ¿Es una paradoja inminente? Si Amy fuera la misma chica delgada, escurridiza e hiperactiva del bachillerato, ¿Lo habría hecho eyacular con tanta fuerza? No—Frederik sabía la respuesta—porque una mujer gorda folla como si fuera su última oportunidad. En la empinada calle de vuelta a su casa, reflexionó sobre el equilibrio de la vida, el equilibrio entre el atractivo y las habilidades sexuales de alguien, el equilibrio de una dieta, el equilibrio de ser libre, el equilibrio de las relaciones. ¿Para qué ser guapa cuando puedes ser la mejor comiendo pene? Para ser libre y feliz, hay que bajar las expectativas; de lo contrario, es solo una quimera.

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