Depresión infantil
*El siguiente cuento es un trabajo de ficción. Los personajes, organizaciones, marcas, y eventos retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este material no refleja las opiniones del autor. Puede representar temas y lenguaje altamente inapropiado para demograficos sensibles y no deberia ser leído por menores.
Hay un Universo dentro de cada mente humana, escucho a mi tío decir. Tengo curiosidad por saber qué quiere decir, pero mi curiosidad desaparece después de ver la colección de miniaturas de mi abuela en una vitrina. Mi mente reproduce un pensamiento, uno muy inusual.
“No lo toques. No lo toques. Satanás será tu padre si lo tocas”.
Mis manos infantiles sudan en un dilema. ¿Qué pasa si lo toco?, pensé. ¿Por qué mi mente me dice que algo malo va a pasar si lo toco? ¿Debería ceder o desafiarlo?
Nos vamos. Me subo al auto antes de que los fantasmas me persigan. Cierro la puerta tan rápido. Me pregunto qué me pasaría si me atraparan algún día. No soy lo suficientemente valiente para esperar afuera y ver. Me pregunto por qué me siguen. ¿Por qué no a mi hermano? ¿Por qué no a mi madre?
Estoy en el Hotel de Disney en Florida. Sufro por mi incapacidad de escribir una historia para hacer un nuevo video. Pero a nadie le importa. Un pensamiento fugaz surge, sugiere que tal vez estoy perdiendo mi creatividad. Soy demasiado mayor para ser creativo. Estoy madurando y también mis pasatiempos. Me resigno a no escribir historia.
Decido no subirme a la montaña rusa de Aerosmith. Da demasiado miedo. Pero Hadi convence a mi hermano. Sé que esto va a cambiar mi vida. En este momento estoy escribiendo historia. Soy un bebé.
El fin de semana. Mi padre le toca el claxón al guardia gordo que supuestamente prevé a los intrusos. Me sorprende la confianza de mi padre. ¿Algún día tendré tanta confianza?
“Se quedó dormido comiendo donas.” Mi padre se ríe. Mi hermano y yo nos reímos. Me sorprende lo precisos que son Los Simpson.
Estoy viendo la televisión. Siento miedo. Solo estoy viendo la televisión, ¿por qué me siento inseguro? ¿Pasó algo malo y todavía no me doy cuenta? Ese es mi primer pensamiento. Mi madre sale de su dormitorio y mientras habla por teléfono, la escucho decir.
“Qué mal... Ojalá se mejore”.
“¿Qué pasó? ¿Quién necesita mejorar?” Yo digo.
“Tu prima se ha contagiado de gripe.” Ella esconde el teléfono.
Me siento orgulloso de mí mismo. De alguna manera he desarrollado un sexto sentido. Estoy percibiendo las cosas antes de que realmente sucedan.
Una noche mi madre no está. Siento un impulso. Ella está en peligro, mi sexto sentido me advierte. Llámala, me dice. Estoy en la cocina, abro la libreta de números telefonicos para llamarla desde el teléfono de la casa, ella y yo hablamos, yo cuelgo. Vuelvo a jugar con mi Yo-version-Lego y mi Novia-version-Lego, estoy a punto de metersela. Otro impulso me ataca. Llámala de nuevo, está en peligro otra vez, dice mi mente. La llamo, responde irritada, cuelgo. Vuelvo a mi ficción de Lego. Otro impulso. La llamo, ahora está enfadada, cuelgo. Vuelvo a mis Legos. Impulso. Llámala. Ella ya no contesta.
Ha pasado una semana. Y todavía no entiende que la estoy salvando. Su número de teléfono es el primer número que logro memorizar. Pero si la llamo, se enfada mucho.
Mi padre llama a la casa. Prefiero no contestarle. ¿Y si llama mi madre y estoy en medio de una conversación aburrida con mi padre? Solo me interesa pasar tiempo con él si hay un Whooper Doble de por medio.
Reunión familiar de nuevo. Tiempo divertido con primos. Minecraft. Escribir historias. Comida deliciosa.
“Satanás será tu padre si lo tocas.”
Me atrevo a tocarlo. Deja de atormentarme con Satanás, me digo. Y no pasa nada. Pruebo que Satanás no existe.
“Dios es mi padre y yo soy su hijo.” Dice mi madre y repetimos después de ella.
Clases de catecismo, tan aburridas como jugar con canicas. La primera comunión es una mierda. He demostrado que Satanás no existe y por lo tanto Dios tampoco. Mi maestra gorda me dice que aprenda el Credo. No lo hago. Soy un caso perdido.
Un sábado por la noche. Todavía quiero llamar a mi madre. Pero estoy sancionado. Si lo hago, no jugaré Wii. Pero mi miedo es más fuerte. La llamo. Ella me contesta, en el cine, molesta por mí.
Me recibe una psicóloga. Lloro por mi padre, solamente para que juguemos al Conecta 4 como prometimos. Mientras jugamos, ella me hace preguntas sobre mi temperamento. No me importa porque estoy ganando por lejos.
Se me rompe el hueso de la pierna. Ahora tengo un yeso. Lo han firmado mis amigos y también los que no son amigos. Una sensación extraña me pone loco. No puedo saciar esa picazón. El médico me dijo que no me rascara dentro del yeso. Pero me pica muchísimo.
Viernes por la noche. El teléfono está ahí. Si pudiera alcanzarlo y llamar a mi madre. Nada me haría más feliz. Pero ella entonces estará triste. No debo hacerlo. Pero la picazón. La picazón está creciendo sin control.
El catecismo también crea picazón. El catolicismo es una mierda. Uno de los recién nacidos de mi gata murió ayer, después de que le dije a Dios que yo haría todo lo que pudiera si lo salvaba, no lo hizo. Dios no me escucha. Me quitó a mi padre. Y me está quitando a mi madre. Me quedé con mi hermano. Espero que nunca me deje.
Escucho a la señorita Parkinson. Me pica la pierna. Me dirijo a la ventana donde dejé mis pastillas especiales para la picazón. Pero resulta que uno de mis compañeros de escuela las tiró por la ventana. Me pregunto si fue intencional.
Mi madre me compra más pastillas especiales en el Super-Siete. Estas pastillas milagrosas tienen sabor a naranja y su etiqueta dice: tic tac. Anhelo uno. Estoy limitado a seis por día. Si tomara más, algo malo sucedería.
“Dios es mi padre y yo soy Su hijo”. Veo una imagen mental. Una imagen que solía ver en mi casa, pero ya no. Soy yo y mi padre. Estoy en sus brazos y sonriendo. Pero de repente parece borroso hasta que desaparece por completo y luego Dios ocupa su lugar. Mi padre ahora tiene ojos azules, barba y una corona de flores. Estoy triste. Pero es lo que es.
Me estoy duchando. Sentado en una silla de plástico. Con una bolsa de plástico en mi yeso. Mi idiotico hermano también está sentado en una silla. Al principio, estoy enojado porque él quiere ser como yo. Pero luego me siento bien porque no soy el único que se ducha como un discapacitado.
Tomo una siesta. Me despierto en medio de la noche. Mi madre ha desaparecido. He estado durmiendo un día entero. Dormí como 24 horas. Ella debe estar en peligro. La llamo. Pero no hay respuesta. Llamo a mi padre, pero debe estar dormido. Mi hermano está dormido. Me pica la pierna. Le pregunto a Dios si realmente existe, ¿por qué me rompió la pierna?
“Debes creer en mí,” dice Dios.
“Pero ¿por qué dejaste morir a Fígaro? Era demasiado joven.”
“Actúo de maneras misteriosa. No puedo decirte por qué.”
“¿Dónde está mi madre?”
“No serás mi hijo si tocas el teléfono.”
“Pero tengo que saber dónde está.”
“No toques el teléfono,” advierte Dios.
“De todos modos, no eres real,” yo le digo.
Estoy seguro de que esta conversación es producto de mi imaginación. Mi creatividad ha estado aguada. Por eso sé que esto es una fantasía. Me voy a dormir. Con suerte, mañana no habrá picazón, ni fantasmas, ni sexto sentido que me haga sentir raro, ni religión, y mi familia permanecerá cerca de mí para siempre. Pero temo que eso nunca más será posible. No te despiertes. Duerme para siempre.
Agradecimiento especial a Axl Red por ayudarme con la foto de este blog.