*El siguiente cuento es un trabajo de ficción. Los personajes, organizaciones, marcas, y eventos retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este material no refleja las opiniones del autor. Puede representar temas y lenguaje altamente inapropiado para demográficos sensibles y no debería ser leído por menores.

“Siente la sensación. Siéntela en tu vientre.” Eso es lo que Adam Guevara se dice a sí mismo mientras está a punto de encontrarse con su encantadora novia, quien solo tiene una debilidad—amarlo tanto. Sabrina y él llevan seis meses saliendo, lo cual es extraño, ya que si van a un restaurante, los Guevara se sientan vigilantes en una mesa cercana. Sus ojos siguen a Adam a donde quiera que vaya. Sabrina ha estado enamorada de Adam desde la primaria. Ha estado obsesionada con él. Durante el COVID-19, ella interactúa con su escasa presencia en las redes sociales. Se escriben mensajes de vez en cuando. Sabrina le invita a salir. Y él le propone el lugar—la sala de estar de sus padres. El se sienta en el sofá. Sostiene un tarro de cerveza que su padre insistió en servirle. Adam sonríe incómodo a Sabrina, sabiendo que su madre y su hermana están escondidas en el pasillo. Sabrina no tiene problema con sus abrumadores parientes, porque está profundamente enamorada. El no entiende por qué, pero Sabrina le besa su mejilla sonrojada.

Los comentarios recientes de su padre le dan vueltas en la cabeza. La pandemia le sienta de maravilla al Sr. Guevara. Es su excusa para verlos a todas horas en las cámaras de su casa. Es un hombre con problemas. Cuando crecía, fue un gran bully. Les hizo muchas cosas malas a mucha gente inocente. Y ahora, alimentado por la paranoia, priva a sus hijos del mundo exterior. Si alguna vez se levanta el confinamiento de 2020, los animará a terminar la universidad en línea. Pero Sabrina es única, un milagro que solo podría ocurrir cada millón de años. Esta es la primera vez que Adam experimenta el amor, pero no es consciente de su suerte. El simplemente flota por la vida. Adam nunca está feliz ni triste, solo cómodamente aturdido. Tal vez sepa cómo terminará esto. Tal vez nota que su familia está celosa de su vínculo especial con Sabrina. Adam la ama, pero cuando se trata de complacer a su familia...

Su madre y su hermana suelen criticar a su novia cuando no está. Pero las palabras de su padre son las que se le quedan pegadas en la mente. "No me gusta esa chica para ti, te está engañando, quiere tu dinero," Adam está sentado en su sofá, escuchando dócilmente. Ahora, los comentarios de su padre se han convertido en sus propios pensamientos intrusivos. Su padre le sembró ansiedad, sabiendo que Adam es débil. Está inexorablemente avergonzado y quizá nunca le diga a Sabrina lo que su padre dice de ella. Sin embargo, ella no es una idiota. Sabe quién tiene la culpa: el hombre del rincón, la sombra que escucha. Los búhos eléctricos en cada habitación de la casa habían logrado amargar su corta relación. Y Sabrina tiene bolas—tiene las bolas que Dios le quitó a Adam—y compró dos entradas para un concierto de Green Day. La banda favorita de Adam. "Tú y yo," su dentadura perfectamente alineada brillaba bajo la tenue luz del porche de los Guevara, "solo tú y yo," el la abrazó dócilmente, como aferrándose al sueño, pero la imagen de su padre riendo no se desvanecía fácilmente. Sabrina podía percibir al niño traumatizado tras la fachada de un joven adulto. El sentido del humor y las aficiones de Adam eran infantiles, pero se esfuerza por disimularlo con cerveza y camisetas de los Chicago Bulls.

Con la ayuda de sus padres, la pareja va al concierto. Pero mientras los llevan al complejo, los Guevara aparecen en un coche detrás de ellos. El Sr. Guevara había quedado con los padres de Sabrina en ir a su casa y escoltar el coche.

"¡Ahí viene Adam... y toda su familia!" Bromea la madre de Sabrina con más frecuencia de la que a su hija le gustaría.

El Sr. Guevara sigue el coche para evitar que ninjas, asesinos, tiburones o violadores ataquen a su indefenso bebé de veinte años. Durante la canción ‘Letterbomb’, Sabrina mueve las caderas al ritmo de los acordes potentes. Pero Adam tiene un penoso sabor de boca, pues imagina a su madre y a su hermana con los brazos cruzados en el coche de su padre. Adam sabe que su familia está esperando en el aparcamiento hasta que termine el espectáculo. Su sonrisa se desvanece al ver una lágrima descender de su barbilla. Le sujeta la cara; tenía las palmas frías. "¿Qué pasa? Dime." El Sr. Guevara es un hombre que lo polariza todo. Para él, o eres un villano o eres parte del equipo. El espectáculo termina, y la pareja camina hacia el aparcamiento, donde se encuentran con los Guevara, que llevaban tres horas esperando. Los llevan a casa. Es interesante cómo el amor puede ser tan egoísta; el Sr. Guevara ama a su hijo más que al mundo, pero eso es solo una excusa para seguir alimentando sus miedos irracionales a costa de los demás.

Esta noche, Adam va a acabar con todo. Para él, estos últimos meses han sido a la vez el cielo y el infierno. Conoció a un ángel, pero olvidó que tenía un pacto con el diablo—después de que este abusara psicológicamente de él. Bajo el diluvio nocturno, se sientan en la pequeña casa de madera del parque de su complejo de viviendas, desde una distancia donde unos binoculares podrían observarlos fácilmente desde la recamara de sus padres. Sabrina siente que algo no esta bien. Y esa misma sensación le revuleve el vientre a el. Oyen el sonido de las gotas de lluvia al caer con fuerza en la tela impermeable sobre sus cabezas. Adam le dice que ya no pueden verse. ¿La razón? Necesita tiempo para concentrarse en sus estudios y encontrar trabajo.

"No le hagas caso a tu padre."

"Él no tiene nada que ver con esto."

"No te creo. No creo que hayas conocido a alguien más."

Adam saca su teléfono del bolsillo. "¿Quieres que te lo muestre?” dice con brusquedad.

"No me mientas," dice ella. Él la despide con un gesto de desdén. "¡Adam!" Exclama ella, consternada—esta vez era real. "¿Dónde vas a trabajar? ¡Tu padre nunca te dejará encontrar trabajo!" Grita histéricamente. "Me duele que lo hayas dejado..." Se detiene. “¡Sé que ha leído nuestras conversaciones en tu teléfono! ¡Sé que nos observa en cada rincón de tu casa! ¡Probablemente nos esté observando ahora mismo! ¡Y no tengo ningún problema con eso! ¡Pero tienes que ser un hombre! Tienes que plantarle cara a tu padre, aunque tengas que decirle algo que no quiere oír.” Sabrina hunde la cara entre las palmas de las manos, decepcionada. Adam no llora ni la abraza, simplemente se queda ahí parado, con cara de piedra.

"Eres mi mejor amigo," Le dice el Sr. Guevara a su hijo mientras llena un tarro de cerveza hasta el borde. El sonido de un trueno capta su atención momentáneamente. Adam sonríe con suficiencia, imaginando a Sabrina: ella está retorciendose en su cama, sus padres están ahí para ella, llora, explicándole cuánto lo ama.

Sabrina está sufriendo insomnio. Por las noches, mira al techo con los ojos inyectados en sangre, preguntándose qué estará haciendo Adam en ese momento. Ella sabe que la satisfacción de complacer a su padre se emanciparía rápidamente, pero teme él que nunca pueda articular sus emociones. Su mente ve a Adam en su cama, hecho bolita, siendo acosado por su familia, abandonado en la oscuridad y listo para morir. Es parte de su dinámica de amor tóxico, un odio subrayado en cada acción que realizan como castigo por traicionar el código familiar. Una show pasivo-agresivo que habían perfeccionado con el tiempo. El pandemonio mental de Sabrina arrancó muchas preguntas. ¿El se arrepentirá alguna vez? ¿Fue un error haberlo llevado a ver Green Day? ¿Por qué no me elegiría a mí en lugar de a su padre? ¿Extraña mis labios? ¿O mis caderas? ¿Mis manos acariciandole el pelo? Sabrina agarra una almohada y se cubre la cara con ella. Adam había desaparecido de su vida. El Sr. Guevara había conseguido lo que siempre soñó; este último abraza a su familia en su sala de estar. “Vamos a morir juntos,” y una lágrima cae del ojo de Adam.

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Harry El Escarabajo Es Poseído Por Un Demonio