Harry El Escarabajo Es Poseído Por Un Demonio

*El siguiente cuento es un trabajo de ficción. Los personajes, organizaciones, marcas, y eventos retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este material no refleja las opiniones del autor. Puede representar temas y lenguaje altamente inapropiado para demográficos sensibles y no debería ser leído por menores.

Después de una década entera, por fin volveré a poner un pie en una iglesia. La verdad es que soy un ateo, un pagano, un blasfemo si así lo deseas, y el mismísimo Anticristo aseguraría cualquiera después de ver mi historial de búsqueda de Google. Aun así, me casaré en una iglesia católica.

Andrea y yo entramos en las oficinas de nuestra iglesia local para pagar la ceremonia nupcial—el evento es dentro de siete meses—cuando un silencio sepulcral se apoderó del lugar después de que el Padre dijera "¡Tú!" Sus ojos eran tan pequeños que sus pupilas parecían llenar sus órbitas; parecía un tiburón. Estiramos el cuello y nos dimos cuenta de que no había nadie más detrás de nosotros. "¡Harriiiiiiey!" Creo haberle oído decir, aunque nunca había visto a ese anciano en mi vida. "Vengan conmigo los dos."

De verdad que me sentí como si estuviera dentro de una película de terror, como la clichesuda película de terror que Andrea y yo vimos hacía un tiempo. ¿Cómo se llamaba? Lo olvidé, pero la protagonista era la rubia tetona de Euphoria, y en ese momento, éramos ella. ¡Solo que ni con mi ginecomastia y las copas B de Andrea juntaban suficiente tejido adiposo para compensar un solo pecho de esa actriz! ¡Eran gigantescas! ¿Ves? Por eso soy el Anticristo. Eso era lo que pensaba mientras seguíamos dócilmente al sacerdote disgustado por el pasillo carmesí hacia el altar. El lugar estaba completamente vacío, afortunadamente, porque lo que sigue a esta historia habría hecho gritar a todo pulmón a cualquiera que estuviera allí. El órgano sonó solo, y la canción era Sweet Dreams de Marilyn Manson. Ya sé, era más cursi que una película de A24.

"¡AHHHGGHGHGHFG!" Gritó mi prometida guturalmente, sobresaltándome. La abracé, pero ella seguía apartándome. Un pequeño monaguillo entró y la abrazó con seguridad.

"¿Qué te pasa, Andrea?" Le pregunté. Me señaló la cabeza. Me toqué la frente y sentí dos colmillos de elefante que me salían del cráneo. No voy a mentir, entré en pánico, pero al mirar mis piernas de caballo me sentí aliviado, pues eso explicaba mi caminata nerviosa. Un grupo de monjas y monaguillos me rodeó rápidamente. Los oí decir "¡Flaccidum fallus, magna ubera!" Cantaban sin parar hasta que mi visión se volvió absolutamente negra.

Desperté, despatarrado en la cama que comparto con Andrea. Apuesto a que era medianoche porque el vecindario estaba en silencio. Hacía tanto frío que me salía humo de la boca. Anhelaba hablar con los dos hombres que estaban de espaldas a mí junto a la puerta, pero era imposible. Sentía que estaba tremendamente borracho; solo era la espectador de mi cuerpo y no podía contener mis movimientos. Me oyeron intentar soltarme de sus ataduras. Se precipitaron dentro junto con Andrea.

"¿Por qué estoy atado? ¡Hijos de su puta madre!" Grité con una voz que no era la mía. Dudaba de ser yo mismo, mi cuerpo se había transformado en el de un demonio típico. Solo que aún conservaba mi monstruosa verga del grosor de una Coca-Cola.

"¡Ríndete, hijo de Satanás!" Gritó el padre, sosteniendo una biblia.

"¡Deja este cuerpo en paz!" Ordenó el sacerdote. Andrea solo era una espectadora asustada.

"¡Vete, demonioooo!" El padre me roció con agua bendita; me quemó la piel.

"¡Cuidado con mis ojos, papi! ¡A mi me gusta tragarmelos!"

"¡Silencio!" Exclamó el padre. Pero levanté la cabeza de golpe, y al mismo tiempo la ventana se rompió. Fragmentos de cristal afilados como cuchillas volaron como si fuesen flechas y los rasgaron, como si una fuerza sobrenatural siguiera mis movimientos. Andrea derramó lágrimas sin control; se ve adorable cuando llora. Yo tenía tantas ganas de abrazarla.

"¡Que los vecinos vean como eyaculo!" Era increíble lo que salia de mi boca. No podía controlarlo. Andrea no podía creer que me estuvieran exorcizando; no quería reconocer que su futuro esposo era el mismísimo Anticristo.

"¡Cállate! ¡Deja este cuerpo, Satanás! ¡Jesús nos ama a todos! ¡Jesús nos ama a todos!"

"¿Incluso a los terroristas?" Preguntó mi voz escalofriante. Debo admitir que fue una respuesta bastante graciosa.

"¡Silencio! ¡Nunca pervertirás nuestras mentes! ¡Pecador!" El sacerdote me abofeteó.

"¡Ahora aprieta mis pezones, vaquero!" Retorcí la lengua con avidez.

El sacerdote me pellizcó ambos pezones.

"¡Carlos!" Dijo el padre. "¡No lo provoques, por Dios!"

"Disculpas, padre Raymond."

"¡Harry!" Interrumpió Andrea los impulsos homosexuales del sacerdote. "Necesito que vuelvas a casa." El viento de repente arreció; los demonios sabían que ella era mi mayor debilidad.

"¡Cállate, perra!" Respondí. Hasta entonces todo había sido diversión y risas, pero demonio o no, más tarde me metería en un buen lío por haberla insultado. ¡Puta madre!

"¡No te estoy hablando a ti, demonio grosero!" Ella continuó. "Quiero hablar con mi Harry, el dulce chico que nunca me insultaría. Te necesito, mi cactusito. No tengas miedo. Sé que estás ahí dentro. Esto es solo un escudo para tus emociones. Si no quieres casarte por la iglesia, solo tienes que decírmelo. Sé que tienes mucho miedo de decepcionarme. Solo quiero que sepas que no me decepcionaré si no quieres casarte por la iglesia." Ella lamentó, desesperanzada, y puso una mano sobre la mía. Miré su rostro radiante. Se veía hermosa detras del volante. El sol hacía que su cabello negro pareciera castaño.

"¿Casarse por la iglesia? Sabes que soy ateo," Le respondí.

"No tienes que sentirlo de verdad. Pero mi familia y yo somos muy religiosos,” Ella dijo con tristeza.

"¿Es esto lo que quieres?"

"Sí, desde niña."

"¿De verdad, de verdad, de verdad es lo que quieres?"

Ella sonrió. "Sí,"

"Andrea", suspiré, "¿hay algo que no haría por ti?" Se sonrojó tiernamente. Más que mis creencias personales, me atormentaba el hecho de que a veces tengo miedo de decepcionarla. Ella es tan especial, y yo soy tan raro. Estoy cien por ciento seguro de que arruinaré nuestra luna de miel, no sé cómo, pero encontraré la manera, porque así soy. Por alguna razón, arruino todo lo bueno que me pasa. La miré fijamente a los ojos; son tan hipnóticos. Toda mi vida se ha tratado de luchar contra estos pensamientos intrusivos, pero la mayoría de las veces se quedan con lo mejor de mi. Pero con Andrea es diferente. Ella me da la fuerza para luchar. Me hace sentir que tengo algo que perder, algo que proteger. Me siento fuerte cuando estoy con ella. Siento que tengo el control. Mis demonios son muy fuertes e inteligentes, siempre encuentran nuevas formas de hacerme sentir ansioso. Pero sus ojos me recuerdan lo mejor de la vida, tener algo que perder. Tomé su mano y la acerqué a mi boca para besarla suavemente, asegurándome de que mis demonios se convirtieran en los espectadores. ¡Miren como me importa un carajo! ¡Jodanse todos! ¡Yo no me voy a morir!

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