Zapatos Morados

*El siguiente cuento es un trabajo de ficción. Los personajes, organizaciones, marcas, y eventos retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este material no refleja las opiniones del autor. Puede representar temas y lenguaje altamente inapropiado para demograficos sensibles y no deberia ser leído por menores.

 

Mi madre tenía un instructor de meditación que era vegano. León Villa era profesor de… Bueno, nunca supe exactamente a qué se dedicaba, pero por lo que recuerdo, era un gurú del yoga, la nutrición, el estilo de vida holístico, la salud mental, un empresario de hamburguesas vegetarianas, asesor de vida y probablemente más. En otras palabras, vendía humo; al menos eso fue lo que pensé cuando me enteré de que su matrimonio se había desmoronado.

Pero antes de que eso sucediera, me engañó su confianza en sí mismo. Mi madre le había pagado para que viniera a la casa y charlara conmigo sobre conquistar mujeres. Fue una verdadera revelación, ya que todos mis intentos de invitar a salir a Alina Annie habían fracasado miserablemente. Se sentó conmigo.

“Acercarse a las mujeres es muy fácil. ¿Cuál es tu problema?”, aulló, con prisas—de acostarse con mi madre espero que no.

“Bueno, creo que me pongo demasiado nervioso solo con pensar en estar a un metro de Alina Annie”.

“¿Por qué?”

“No sé, simplemente me quedo paralizado. ¿Qué debería decirle? ¿Y si ella piensa que soy raro?”

“¿Y si ella piensa que tú eres raro?”

“No lo sé.”

“Nada.”

“¿Nada?”

“Sí. Nada.”

Para estos asesores de vida todo es demasiado fácil, excepto un matrimonio exitoso.

“La respuesta negativa, es decir, lo peor que podría pasar, ya la estás experimentando.”

¿Cómo es eso?

“Si no la invitas a salir, nunca saldrá contigo. Como en tu estado actual, por lo tanto, no tienes nada que perder y mucho que ganar si ella acepta la invitación.”

Mi yo de dieciséis años estaba profundamente iluminado por un consejo tan obvio.

“Vas a hacer esto y, para el final de la semana, debes haber hablado con al menos tres chicas diferentes.” Leon—el cabrón—Villa, ya me estaba dando tarea.

“¿Qué? No. ¿Cómo diablos voy a lograr tal cosa?”

“Fácil. Diles lo que sea.”

“¿Lo que sea? ¡Oh, Dios!”

“Sí, por ejemplo, acércate y dile que esos zapatos morados son muy bonitos…” La respuesta de Leon me dejó perplejo. “Puedes hacerlo. Incluso si ella no lleva zapatos morados, porque bajará la mirada y encontrará divertida la situación, y entonces sonríes con confianza y simplemente te alejas, ella se quedará intrigada por ti. Pensando ¿Quién era ese?”

La clave de la vida se desplegó de repente ante mis ojos en el sonido de las palabras de un freelancer de cuarenta años.

Al día siguiente, me animé a acercarme a Alina Annie y contarle sobre sus geniales tetas, digo, tenis. Caminé por los largos pasillos del Bachillerato Pensamiento Positivo y fui directo a la cafetería. Allí estaba ella, radiante y deslumbrante como siempre, con una piel tan lechosa, sedosa y sin acné—a diferencia de mí. Jadeé en busca de aire y me paré valientemente frente a ella. Ella hizo una mueca tonta antes de que yo soltara las siguientes palabras.

“Oye, esos zapatos morados son muy bonitos.”

Tan pronto como dije eso me sentí arrepentido de haber escuchado el consejo de un maestro de vida que supuestamente era bueno en todos los aspectos de la vida. Pero Alina Annie miró sus zapatillas y me dio una mirada que nunca olvidaré. En ese momento supe que había logrado algo que nunca había hecho antes.

Al dia siguiente, Leon me llama por una oportunidad de negocio. ¡Yo! ¡Un chico de dieciséis años sin carácter! Pensé que finalmente estaba entrando al mundo adulto, pronto estaría bajando las bragas y dándoles dinero a las gatitas para que se hicieran las uñas. Me preguntó si podía venir a hablar sobre el nombre de nuestro futuro negocio. Hicimos una lluvia de ideas, pero solo murmuró una o dos palabras, yo era el genio que se le ocurrió el nombre de Vida Consciente y sus ojos de gato brillaron, cuando sonrió me di cuenta de la familiaridad de sus colmillos con los de un felino. Nos preparamos para el parque con mi cámara y trípode. Íbamos a grabar un video sobre las explicaciones lógicas para el insomnio como por ejemplo tener posters en el dormitorio, comer demasiada sandía o usar calcetines viejos. Todo me pareció muy claro en aquel entonces.

Una semana después, luego de enviarle el sexto borrador del vídeo porque Leon no se conformaba con menos, me pareció muy extraño que Alina Annie no hubiera asistido al instituto en toda la semana. Todo me parecía sospechoso y espeluznante. Después de una rica conversación sobre economía con mi padre—quien ahora está en quiebra—llamé por teléfono a Leon y valientemente le dije que si quería que hiciera el trabajo de editor debía pagarme al menos doscientos dólares al mes, el dijo que estaba bien.

A la mañana siguiente revisé mi celular y me di cuenta de que su chat no tenía foto y que ya no recibía mis llamadas. Sentado en mi salon de clases, nos informaron de que Alina Annie se había suicidado debido a un acertijo irresoluble. Un cabrón la había atormentado con una horrible frase para ligar sobre unos zapatos morados. Todo el instituto hizo un desfile conmemorativo en su nombre. Esa fue la última vez que vi a Alina Annie en toda mi vida.

Un agradecimiento especial a Nay Cabrales por posar y ayudarme con la foto de este blog.

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