Este Escarabajo Se Casa

*El siguiente cuento es un trabajo de ficción. Los personajes, organizaciones, marcas, y eventos retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este material no refleja las opiniones del autor. Puede representar temas y lenguaje altamente inapropiado para demograficos sensibles y no deberia ser leído por menores.

 

Mi prometida, Andrea—pronto Andrea de Santos—y yo visitamos un montón de salones de bodas. El primer lugar fue “El Penetrorium” y creo que todos estos lugares tienen nombres pretenciosos en latín para impresionar a idiotas.

“El Pretorio… ¡Qué nombre tan elegante!” Andrea interrumpió mi pensamiento.

Me di una palmada en la frente y cuando me preguntó le dije que había olvidado mi libreta de ideas en casa. Rondamos por los distintos proveedores ubicados junto a las paredes de cristal. Fotógrafos, organizadores de bodas, floristas, cabinas de fotos y violinistas, pero solicitamos los servicios de una vieja que aparentaba estar deprimida junto a su ejemplar mesa de postres.

“Estos brownies están un poco secos, ¿verdad?” Me confió Andrea.

“Me temo que eran ejemplos de manualidades con cubos de cartón…” Dijo la mujer, apática.

“He comido peores…” Dije estúpidamente, antes de darme cuenta de que me refería a los que Andrea había cocinado para mí.

“¿Dónde, cariño?” Ella me preguntó con picardía.

“Um… En casa de mi madre.” Tragué saliva.

Mi prometida y yo comimos los postres falsos ya que decidimos no almorzar, así que cuando llegaron las opciones de degustación de comida a nuestra mesa, nos llenamos la panza con un poco de lasaña, un poco de pollo y una mini cangreburger y nos fuimos a dormir.

Otro salón de bodas que recuerdo fue el “Magnum Verandah”. Nos recibió un servicio de valet parking, siempre me siento inseguro de dejar el auto con extraños pero una ola de alivio baño sobre mi cuando la mujer ñoña con mal aliento nos cacheteó con generosas promociones del mes.

“Valet Parking… Con Seguridad.” Ella dijo.

Recordé que “El Penetrorium” también tenía valet parking, pero no nos dijeron nada sobre seguridad, así que supongo que necesitarías un reemplazo de ventanas y llantas después de que terminara la fiesta.

“¡Mira, Harry!” Andrea me dijo. “¡DJ incluido por cinco horas!” Exclamó, señalando con su dedo delgado la hoja de papel—la cual indicaba los servicios incluidos.

Pero me di cuenta de que debajo de esa línea también estaba “DJ en vivo”. Estaba feliz porque no tendríamos que soportar a un DJ a traves de una junta de Zoom el día de nuestra boda.

Otra cosa que los imbéciles enumeraron fue “Montaje y desmontaje de mesas” como si yo iba a hacerlo usando mi esmoquin.

“Baños con aire acondicionado.” La mujer ñoña nos señalo.

Obviamente me incliné para murmurar un comentario sarcástico en el oído de mi prometida. “Me pregunto quién fue el idiota con sospechas que necesitaba revisar…” Pero antes de que abriera mi mandibula, Andrea ya estaba dentro del baño. Y debo mencionar que ella estaba sosteniendo una tibia taza de chocolate. Más tarde esa noche, me admitió que asintió su cabeza a una señora de limpieza antes de salir.

¿Qué más podríamos querer? ¡Teníamos de todo en la Magnum Verandah! Sillas con respaldo en forma de cruz, iluminación arquitectónica, y vajilla incluidas.

“¿Y la iglesia?” Me recordó Andrea.

“Tienes toda la razón, nena. Deberíamos llamar a nuestra iglesia local.”

Busqué el número de teléfono en Google y llamé, ya que ella se había escabullido tímidamente.

“Información sobre ceremonias matrimoniales, por favor.”

“Buenas tardes, no hay precio para las ceremonias matrimoniales. Sin embargo, hay una donación de tres mil dólares. Pastor no incluido.”

Lancé el móvil como si estuviera embrujado.

“Podemos hacer nuestra ceremonia religiosa en la Magnum Verandah, ¿verdad?”

“Sí, creo que la mujer bajita con aliento a cadáver nos lo dijo…” Recordé.

Entregamos nuestra primera cuota—todo en efectivo, ya que eso nos daría descorche gratis y dos horas de fiesta posterior, por favor, no piensen que tiene algo que ver con la evasión de impuestos. La mujer ñoña nos envió el acuerdo de Google Doc por mensaje. Andrea—pronto de Santos—y yo nos sentamos en la cama, nos pusimos los lentes de lectura y vimos toda la temporada de Beast Games en Prime Video hasta que la luna cayó sobre nosotros. Dos de la mañana, el reloj digital marcó. Sabíamos que era hora de leer el acuerdo, así que, naturalmente, tuvimos relaciones sexuales con un frasco de Nutella y una ducha después. Las cuatro y media de la mañana, el reloj marcaba. Decidimos leer el acuerdo a primera hora de la mañana.

“En caso de un desastre natural, una epidemia, una pandemia, un golpe de estado, un ataque terrorista, el impacto de un asteroide o un apocalipsis zombi, el Magnum Verandah no es responsable del dinero acordado por el presente y no puede ser considerado responsable en caso de no devolverlo al contratista”.

“No estoy tan seguro de esa cláusula…” Yo dije.

“Eres tan paranoico, Harry. ¡Son solo formalidades!”

Cuando llegó el día de San Valentín, llevé a Andrea—pronto de Santos—a un spa para que le hicieran un masaje para aliviar el estrés pre-boda. Esperamos en la recepción.

“¿No pudiste esperar a que la masajista te dijera que te desvistas?” Ella dijo, irritada porque yo solo llevaba una toalla blanca.

“Solo estás celosa porque tienes tetas que cubrir.”

Los masajistas nos saludaron, los seguimos.

“Por favor, desvístanse hasta un nivel de comodidad.”

Andrea solo se quitó un collar y un reloj.

“Tendrán que disculparla, es una mojigata” Yo revelé mi trasero flácido a la habitación. “Y por favor, disculpen mi trasero flácido, soy escritor.”

“Sí, pero ¿tiene que estar así de peludo?” Andrea hizo una mueca avergonzada.

Ambos nos acostamos boca abajo mientras nos colocaban piedras calientes en la espalda. Cerré los ojos ante la música tranquila y de repente me transporté al día en que la conocí. Ambos trabajábamos en Walmart, ella era Supervisora ​​Ejecutiva de Sandías y yo era el Gerente Vigilante de Cereales. Observé el área de frutas por donde caminaba como gatita e hice un vergonzoso intento de invitarla a salir. Necesitaba un impulso de confianza, así que tomé una sandía y jugué con ella mientras le escupi mi propuesta.

“¿Te gustaría tomar un café conmigo?”

“OK.”

Fue una victoria personal para mí, así que arrojé la sandía tratando de encestarla en el estante, pero debido a un pequeño error de cálculo, aterrizó justo en su cara. Me alejé de la escena y la llevaron al hospital. El remordimiento me mantuvo despierto toda la noche.

“¡Olvidé decirle cuándo es la cita!”

Después del fabuloso masaje, fuimos a cenar a un lugar elegante llamado Asilos Magdalena. El jefe de comedor con el pelo largo peinado hacia atrás y barba de chivo nos asignó una mesa en la parte inferior del restaurante, justo al lado de los baños. Aun así, el lugar era hermoso, no tenía ventanas y estaba tenuemente iluminado, pero también apestaba a humo de cigarro. No era un lugar romántico, sino exclusivo. Nos dieron un menú grande y duro, más grande que nuestra propia mesa, pero para nuestra sorpresa, era solo el menú de cócteles. Ambos pedimos una botella de agua y, debería haberlo sabido, el agua venía en una botella más pequeña que una batería doble-A. Tuvimos una conversación muy conmovedora sobre lo profundo que es nuestro amor, nos pusimos muy emocionales y cursis a pesar de que los altavoces estaban a todo volumen con un joven gímoteando con autotune—bien podría haber estado siendo sodomizado y nadie se daría cuenta mientras haya una percusión electrica. Andrea—pronto de Santos—es el amor de mi vida y la única chica con la que me casaría, porque ha estado ahí en mis peores momentos y ni una sola vez me ha dejado colgado. Aunque nuestra promesa de amor se marchite con el tiempo, estoy seguro de que ella es la mejor candidata para ser la compañera de mi vida. Nunca había conocido a alguien tan divertida, maternal y cálida, y tal vez ella no sea una gran cocinera, pero yo tampoco soy un gran comedor, podría comerme una tortilla española quemada y nunca me daría cuenta, así que no importa. Estoy tan feliz de que seas mi esposa, Andrea de Santos, yo dije. Sus ojos se crecieron lacrimógenos, y también los míos, pero especialmente después de ver el gran número en la cuenta.

Agradecimiento especial para Nay Cabrales por ayudarme a posar para la portada de esta publicación.

Previous
Previous

El Pegajoso, el Gordo, y la Cachonda

Next
Next

Mark y Miranda: La Reposición