Mark y Miranda: La Reposición

*El siguiente cuento es un trabajo de ficción. Los personajes, organizaciones, marcas, y eventos retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este material no refleja las opiniones del autor. Puede representar temas y lenguaje altamente inapropiado para demograficos sensibles y no deberia ser leído por menores.

 

En cualquier parte, es donde estoy. Al menos después de que encontraran el cuerpo sin vida de S, sentada rígidamente junto a las escaleras del edificio donde yo trabajaba. Una escuela es un lugar tan macabro para haber dejado su flaquito y adolescente cuerpo—apenas cubierto con una gruesa manta de fibra de cáñamo. Pero en medio de mi brote psicótico, y después de golpearme la cabeza repetidamente contra la lavadora, apenas podía conducir.

Los amigos turbios de mi hermana me han ayudado a cubrir mis huellas. Un chico con cola de caballo solía salir con Daphne. Ella y yo compartíamos un porro de vez en cuando. Un día estaba tan drogada y cachonda que me rogó que la coja. Cuando abrió su torneado culo para mí, pensé en Miranda Beckett... En los días en que Miranda posaba impotente a cuatro patas. Daphne siempre está ansiosa por molerme con su concha mientras que Miranda tenía lágrimas deslizándose por su delicada barbilla cada vez que me introducía dentro de ella. Todavía es un shock lo que le pasó. Ella tuvo un futuro tan sombrío y corto. Sin embargo, ella me perseguirá por el resto de mi vida. Hoy mismo ella cumpliría 24 años, lo que me hace sentir muy mierda.

Recuerdo lúcidamente la primera vez que tuve un encuentro carnal con ella. Fuimos a cenar a un restaurante italiano. Y dentro del ambiente jazzero, tuvimos una pelea por una pizza que no tenía más que cinco pepperonis. Que se joda ese restaurante. Miranda era realmente un sueño—excepto que era vegetariana. Era linda, frágil, defensiva y lista, y aunque tenía pechos bastante pequeños, me imaginé bebiendo leche de ellos. La chica estaba tan nerviosa que se emborrachó en menos de una hora, con vino muy barato. Nos tambaleamos por la calle después de que me convenciera de no hacer una escena cuando llegó la cuenta.

Pisando los charcos en la acera compartimos risas. Es un momento que tengo tatuado en lo más profundo de mi psique. Me impactó que hablara del suicidio como si fuera nada ¡Entre risas! Para ser justos, estaba tan ridículamente borracha que incluso se rió de un vagabundo congelado. Se sentó en el cemento con una sonrisa cansada y me confesó acerca de la vez que había planeado su suicidio. La chica iba a saltar de un edificio cerca de su casa. Pero lo reevaluó cuando ocurrió un tiroteo en la escuela donde trabajaba anteriormente. Mientras deambulábamos por el callejón oscuro y húmedo, persiguió a un pequeño cachorrito. Noté sus pantis a través del húmedo trasero de su elegante vestido carmesí.

"Ponlo dentro de mí," Daphne dijo hambrienta—devolviéndome a la realidad.

Masajeé mi verga parcialmente dura. Sin inspiración, porque el trasero de Daphne puede ser tan redondo, pálido y firme como el de Miranda. Pero su rostro nunca igualará los ojos derretidos de una chica que abre sus muslos carnosos, dispuesta a dañar sus genitales por tus necesidades. Ocasionalmente sufro de terrores nocturnos, sueño con aquellos a quienes maté sin querer. Pero Daphne está allí para envolver sus brazos alrededor de mis anchos hombros. Aunque me atrae su delgada cinturita y sus piernas bronceadas, no me gusta cómo expresa sus sensaciones cuando tenemos sexo. Lo que saboreé fue el silencio de Miranda. Su humillación. Ella era mi lienzo en blanco. Miranda sabía que estaba destinada a una vida desolada. Estaba deprimida. Tenía a la chica en la palma de mi mano como si ella hubiera esperado ansiosamente que yo entrara a su vida. Bajo la luz de la luna, se arrojó sobre mí y me abrazó fuerte. En retrospectiva, no fue romántico sino verdaderamente triste. Cuando llegamos a mi casa, su cuerpo borracho cayó sobre mi estrecha cama y durmió profundamente, con su prominente culo hacia arriba. Fue ahí cuando la desnudé. Dividí la cola de su vestido con unas tijeras. Deslicé sus calzones por sus suaves piernas. Y forcé mi palpitante pene dentro de su vagina seca. Con cada empujón sus nalgas desnudas cacheteaban contra mi pelvis. La cálida luz de la sala se infiltró a través de la puerta del dormitorio. Noté algo extraño cuando miré su rostro—pensé que la había matado—su rostro no tenía expresión alguna. Hasta que parpadeó. Rugí y apreté sus nalgas mientras eyaculaba con fuerza dentro de ella. Cuando volví del baño, estaba dormida. Ella sabía lo que acababa de pasar. Yo sabía lo que le había hecho. Me acosté a su lado. Se volteó hacia mí y me dio un beso. Vi una lágrima descendiendo por su cara. Se convirtió en mi muñeca sexual de carne real. No quería ser sometida, pero no podía luchar contra su propio impulso. Su propio miedo al aislamiento había alimentado una compulsión por el dolor. Y se volvió adictivo. Una punzada dentro de su útero la hacía sentir miserable. Pero un impulso la convirtió en mi puta. Así es como empezó mi relación con Miranda Beckett.

La imagen de este blog es el póster de mi película debut “Internal Bleeding”.

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