Rivalidad Entre Fotógrafos

*El siguiente cuento es un trabajo de ficción. Los personajes, organizaciones, marcas, y eventos retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este material no refleja las opiniones del autor. Puede representar temas y lenguaje altamente inapropiado para demográficos sensibles y no debería ser leído por menores.

Fue absurdamente poético, ver mi escalera de aluminio junto a la suya—porque la suya era bastante más corta. Nadie había empezado una competición, y aun así la tensión abrumaba en el aire. "¡No sabía que venías!" Exclamaron los labios de Mario; las puntas onduladas de su bigote se curvaron hacia arriba. Su barba de chivo me infundió una atmósfera inquietante, aunque el no pretendía ofenderme con su comentario.

"Sí," Yo reí entre dientes—sin convicción.

"Bueno," el hizo una pausa, "este es mi equipo." Su dedo chato señaló dos pesados ​​pedestales de acero inoxidable, que tenían dos flashes esclavos listos para iluminar la escalera del museo al presionar el disparador de la cámara. También señaló el escalón más alto de la escaleras, donde colocó dos flashes más para iluminar el fondo de la foto—las puertas giratorias del museo. "Siéntete libre de usar mis luces, ¿o prefieres usar las tuyas? ¿Qué trajiste?" Giré mis globos color ámbar hacia la cámara que sujetaba con las manos, con solo un flash Speedlight montado.

"Solo este..." Tragué saliva, sintiendo la respiración agitada. Necesitaba desesperadamente darle la vuelta a la situación, y la respuesta perfecta me golpeó como una flecha. "Pero esto es solo un respaldo." Mario tragó saliva, aparentemente sintiéndose reducido. La competencia acababa de materializarse, y lo peor era que nuestra interacción era solo producto de la mala gestión de la compañia de periódico que nos contrató. ¿Por qué contratarían a dos fotógrafos para unas fotos en la entrada del museo? Se supone que yo me encargo de la división sur, mientras que Mario se encarga de la norte. ¿Pero qué pasaría si yo hubiera traído mis flashes y mis propios pedestales? Pareceríamos niños jugando a un juego ridículo. "Bueno," Carraspee la garganta, "mejor empiezo con mis fotos de prueba." Sonreí con desdén.

Me temblaban un poco las piernas, pero subí la escalera plegable con éxito. De reojo, vi a un hobbit—usando tirantes—corriendo hacia mí. "Oye, P. Aquí tienes," extendió su brazo corto y le quité el disparador del flash con una sonrisa cortés. "Deberías bajar el ISO y aumentar la apertura." Me aconsejó como si fuera mi primera vez con una cámara. Apreté el botón de disparo, las luces intensas me cegaron. Admiré la imagen y, por un momento, deseé haber traído más flashes, aunque me ofreció las suyos descaradamente, ¡pero aceptarlas me pareció emasculante! Respiré hondo, apagué el maldito disparador y continué con mis pruebas como pretendía. Y entonces, mi ISO subió y mi apertura bajó. Asi que apreté el obturador. Vi mi foto y comprendí que se veía mucho mejor; sus luces llamativas, sofisticadas y elegantes eran duras y toscas—como la luz en una sexy revista de Hustler Taboo. ¿Cómo es que se ve mejor mi foto sin luces? Estiré el cuello y miré el cielo azul brillante, que actuaba como un gigantesco difusor de luz. La altura del museo era nuestra sombrilla y el cielo despejado, mi iluminacion. "¿Qué te parece?" Dice Mario, sonriendo con seguridad—enrollando la punta de su bigote, como un marica engreído.

"Sí, sí..." Murmuré, escrutando la imagen con atención. "Creo que iré sin luces.” La confianza de su rostro se desplomó y en el piso se hizo añicos. Diez segundos antes, el podía saborear mis elogios y mi aprecio, y entonces recibió una patada en sus pantalones caqui. Mario es un hombre adulto, y también es mi tío. Y el periódico es el negocio de toda la vida de mi abuelo, que también es el padre de Mario, quien nos dio este trabajo en primer lugar. Sé que Mario solo estaba siendo muy amable, y tal vez me comporté como un idiota, pero quiero ensuciarme las manos por primera vez en mi vida, quiero caer sin que nadie ponga una almohada en el suelo para amortiguar el golpe, quiero saber cómo se siente sangrar, incluso si morir desangrado es una posibilidad. Mario es parte de mi familia sobreprotectora y asustadiza; Y está haciendo lo que ellos hicieron por él, malcriarlo para que fuera un viejo asustado disfrazado de generoso salvador. Pero a la mierda con eso, seguiré mi camino, y si mis fotos salen mal, pues que así sea, si no, el año que viene, cuando mi abuelo me llame para hacer la foto anual del museo, seguiré teniendo miedo, seguiré dependiendo, la ansiedad me comerá los intestinos como un gusano amarillo con dientes. Y todo mi orgullo aparte, sus flashes de alta potencia ni siquiera eran necesarios en este escenario soleado; si yo fuera el tonto, estaría bien porque soy joven, pero pensar que él es más tonto porque no necesita flashes fue realmente triste, quizá soy parcial porque lo conozco y sé que es un hombre gay de closet, pero este es el último clavo en su ataúd—que su joven sobrino es propenso a dejarlo sin trabajo. ¿Qué haría Mario? ¿Llorar en su casa? ¿Abrazarse mientras se ducha? ¿Destrozar su cámara? ¿Pedirle ayuda a su padre? No quiero ser parte de mi familia, no quiero ceder a una dinámica de dependencia y poder, de débiles y fuertes, me da igual. Solo quiero un trabajo que me llene, como ser fotógrafo, y quiero hacerlo a mi manera, no necesito un salvador que me cuide.

Tres semanas después…

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ABUELO:

“Hola, querido P. Lamento informarte que tus fotos del museo no se publicaron en el periódico porque estaban subexpuestas. Y aunque mis asesores me lo desaconsejaron, quería darte una última oportunidad desde el incidente de la Navidad pasada—cuando contrataste a un Papá Noel negro y flacucho para las fotos de la oficina. Espero que nuestra relación no se vea afectada por asuntos de negocios; tendremos que dejarte ir.”

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