La Química Entre Nosotros

*El siguiente cuento es un trabajo de ficción. Los personajes, organizaciones, marcas, y eventos retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este material no refleja las opiniones del autor. Puede representar temas y lenguaje altamente inapropiado para demográficos sensibles y no debería ser leído por menores.

Una vez, cuando estaba en el Bachillerato Pensamiento Positivo, invité a una chica guapa a pasar el recreo conmigo. Era demasiado guapa para tener dieciséis años; destacaba entre la multitud, yo me quedé mirando atónito mientras una ola de estudiantes pasaba a mi lado—estaba esperando fuera de su aula donde aprendía alemán—y atraí su atención, "¡Alina Annie!" Yo grité, y ella sonrió intrigada. "¿Te importa si pasamos el recreo?" Yo pregunte, y una sonrisa emocionada se dibujó bajo su nariz respingada.

"Claro," Ella agitó su cabello castaño.

"Te espero fuera de la cafetería,"

Pasé las siguientes dos horas temblando mi rodilla con ansiedad, pero me sentía orgulloso de hacer algo tan arriesgado. Por fin, lo que me pareció una eternidad por fin llego, me senté fuera del comedor estudiantil, observando el panorama de vírgenes—como yo. Creí verla, pero resultó ser otra chica blanca de cabello castaño. Mi emoción se amargó cuando llevaba quince minutos de descanso y Alina Annie no estaba por ningún sitio. Le escribí, pero no obtuve respuesta. Intenté disimular la vergüenza, pero fue inútil; todos podían oler mi tristeza, los ojos nunca mienten—excepto los de ella, sus hermosos ojos color arce me hicieron creer que quería pasar tiempo conmigo. Sonó el timbre—cuarenta minutos eran ya historia. Me tambaleé hacia la escalera solo para verla, caminando junto a dos chicos gays—o eso quería creer que era su orientación sexual. Los seguí, abriéndome paso entre zombis tontos, para interceptar groseramente su conversación privada. "¿Qué mierda, Alina Annie? ¿Por qué no has venido? ¡Al menos dímelo en la cara!"

"¡Oh!" Puso la cara de perra de una chica que finge estar avergonzada: Entrecerrando los ojos, levantando las cejas, con una sonrisa torcida. "¡Lo siento!" Lloró avergonzada—supuestamente. “¿Sabes qué? Justo cuando empezó el descanso, recibí malas noticias de mi amiga Hannah; no tuve más remedio que ayudarla emocionalmente.”

“¿Por qué no me lo dijiste? Te escribí.”

“¡Pero no tenia señal mi celular! ¡Lo siento!”

No, no lo sientes.

“¡Esperé todo el recreo como un idiota!”

“Lo siento...” Ella susurró con una sonrisa penosa, y yo desaparecí.

Durante las semanas subsecuentes, hice lo que me pareció mejor... Acosarla día y noche, como un completo enfermito mental. Es broma. Si decides leer esto, Aline Annie, quiero que sepas que me avergüenzo por ser grosero; tengo problemas para controlar la ira y quiero reconocer que me comporté como un niño inmaduro. Ahora mismo estoy trabajando en ello y necesitaba desahogarme. Sin embargo, también quiero que sepas que siempre estoy disponible y que estaría feliz de besarte para dormir, leerte un libro, llevarte a hacer picnics, comprarte ropa y tacones; hermosos y brillantes tacones para esos pequeños pies tuyos... Estaría encantado de lamerlos... Estaría encantado de quitar la pelusa de tus pies con mi lengua... Mmmmm... Tus pequeños, limpios y lechosos pies... Con el espacio entre tus dedos cubierto con mi saliva... Yo... Chupando tu dedo meñique... Como un bebé aferrado al pezón de su madre... Mmmmm... Quiero perforar tus pezones con pequeñas agujas, y luego coserlos de nuevo a tus pechos... Mmmmm… Después de masticarlos como chicle... Lo tengo todo resuelto... Si necesitas otro cubo para orinar o defecar, dímelo, no te avergüences, todavía tengo más periódico y pan para hacerte un sándwich... Mmmmm... Un delicioso almuerzo lleno de mi semen... Pensar que tus padres te están buscando por toda la ciudad... Todos piensan que te suicidaste... Lo desearías... Ahora eres mía para siempre... Me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que desarrolles el síndrome de Estocolmo... Te quiero, Alina Annie... Siempre atesoraré el día que te conocí, ya que destacabas entre todos los estudiantes de mi clase.

-Atentamente, Wong, tu demente profesor de química.

Esta historia es la continuación de "Zapatos Morados".

Previous
Previous

Rivalidad Entre Fotógrafos

Next
Next

Anécdotas del Futuro